
Enero 6, 2018
LOS PELIGROS DEL MAL GENIO
Nadie puede asegurar que siempre ha controlado su temperamento. Que nunca ha sentido ira en su corazón. El enojo en sí mismo no es pecado, pero puede llevar al pecado si no lo manejamos como se debe. “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.” Efesios 4.26–27 RV60. “Si se enojan, no pequen; en la quietud del descanso nocturno examínense el corazón. Ofrezcan sacrificios de justicia y confíen en el Señor.” Salmo 4.4–5 NVI.
Algunos son de personalidad templada, otros son detonadores ambulantes que estallan con la más mínima fricción. El problema es que nuestros estallidos no son como una bomba de prueba que detona en lugares remotos y que solo impacta el aire, sino que ¡siempre resultan víctimas! los seres más queridos, frecuentemente. Además, cuando estallamos se incendian muchas oportunidades de avance en nuestro matrimonio, rol paternal, relación con Dios y la hermandad, nuestro trabajo, y también, las amistades. Las personas que nos ven estallar piensan dos veces antes de confiarnos mayor responsabilidad. Las personas en nuestros círculos sociales comienzan a guardar distancia.
Moisés, tenía este problema. En su juventud, la ira lo movió a matar un egipcio. El acto, en vez de ser tomado como acto de liberación, fue visto como un arrebato de ira y por ende fue tachado de homicida por sus propios parientes hebreos. La ira que mostro Moisés, atemorizo aun a sus parientes, y los hizo sentir en riesgo de convertirse en las próximas víctimas de ese asesino. Un episodio más de enojo aparece años después cuando el pueblo se quejaba de falta de agua y en lugar de hablar a la peña, como Dios le había indicado, la golpea dos veces. El acto le costó el privilegio de entrar a la tierra prometida.
Números 20.1–13 NTV
“1 El primer mes del año, toda la comunidad de Israel llegó al desierto de Zin y acampó en Cades. Mientras estaban allí, Miriam murió y la enterraron.
2 Ya que en ese lugar no había agua para que el pueblo bebiera, la gente se rebeló contra Moisés y Aarón.
3 El pueblo culpó a Moisés y dijo: «¡Si tan sólo hubiéramos muerto con nuestros hermanos delante del Señor!
4 ¿Por qué trajiste a la congregación del pueblo del Señor a este desierto para morir, junto con todos nuestros animales?
5 ¿Por qué nos obligaste a salir de Egipto y nos trajiste a este terrible lugar? ¡Esta tierra no tiene grano ni higos ni uvas ni granadas ni agua para beber!».
6 Entonces Moisés y Aarón se apartaron del pueblo y fueron a la entrada del tabernáculo, donde cayeron rostro en tierra. Allí la presencia gloriosa del Señor se les apareció,
7 y el Señor le dijo a Moisés:
8 «Tú y Aarón tomen la vara y reúnan a toda la comunidad. En presencia de todo el pueblo, háblale a la roca y de ella brotará agua. De la roca proveerás suficiente agua para satisfacer a toda la comunidad y a sus animales».
9 Así que Moisés hizo lo que se le dijo. Tomó la vara del lugar donde se guardaba en la presencia del Señor. 10 Luego él y Aarón mandaron a llamar al pueblo a reunirse frente a la roca. «¡Escuchen, ustedes rebeldes! —gritó—. ¿Acaso debemos sacarles agua de esta roca?».
11 Enseguida Moisés levantó su mano y golpeó la roca dos veces con la vara y el agua brotó a chorros. Así que toda la comunidad y sus animales bebieron hasta saciarse.
12 Sin embargo, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón: «¡Puesto que no confiaron lo suficiente en mí para demostrar mi santidad a los israelitas, ustedes no los llevarán a la tierra que les doy!».
13 Por eso este lugar se conoce como las aguas de Meriba (que significa «pelea») porque allí el pueblo de Israel peleó con el Señor y allí él demostró su santidad entre ellos.”
El enojo es una respuesta a ciertos hechos o situaciones de la vida que nos provocan exasperación, frustración, dolor y otros disgustos. Miles de hechos y situaciones tienen el poder potencial para provocar cólera. El enojo se alimenta de sentimientos de decepción, dolor, rechazo, venganza, vergüenza y la lista se alarga. La ira te enfrenta a las personas, lugares o cosas que desencadenaron la emoción. Es lo opuesto al amor que se caracteriza por unir a las personas y hacerlas sentir bien. El enojo nos coloca en contra y nos hace lucir en posición de batalla.
“No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo se anida en el seno de los necios.” Eclesiastés 7.9 LBLA.
Sin embargo, existe un remedio. El Espíritu de Dios es capaz de controlar nuestra ira si estamos dispuestos. Moisés dejo que Dios trabajara en aplacar su ira, al grado que cuando sufrió una irritante provocación de parte de sus propios familiares, Aarón y Miriam, alcanzó a controlarse y quedó caracterizado por Dios como un varón manso, más manso que todos los hombres que habían sobre la tierra. “3 (Moisés era un hombre muy humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra.)” Números 12.3 LBLA
Es importante que recordemos esto cuando reaccionamos al enojo en nuestra vida. ¿Estamos atrayendo a las personas hacia nosotros o nos estamos poniendo en contra de ellas?
Santiago 1.19–20 LBLA
“19 Esto sabéis, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira;
20 pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios.”