
Enero 2, 2018
¿PUEDO HACER ALGO QUE COMPENSE EL DOLOR QUE TE HE CAUSADO?
Las normas que fueron establecidas en Números 5.5-10 fueron con seguridad de gran ayuda para Moisés a la hora de atender los conflictos que surgían entre los israelitas.
“5 Entonces el Señor habló a Moisés, diciendo:
6 Habla a los hijos de Israel: “El hombre o la mujer que cometa cualquiera de los pecados de la humanidad, actuando pérfidamente contra el Señor, esa persona es culpable;
7 entonces confesará los pecados que ha cometido, y hará completa restitución por el daño causado, añadirá un quinto y lo dará al que él perjudicó.
8 “Pero si la persona no tiene pariente a quien se le haga la restitución por el daño, la restitución hecha por el daño debe ir al Señor, para el sacerdote, además del carnero de expiación, con el cual se hace expiación por él.
9 “También toda ofrenda correspondiente a todas las cosas consagradas de los hijos de Israel que ofrecen al sacerdote, serán suyas.
10 “Las cosas consagradas de toda persona serán del sacerdote; lo que una persona dé al sacerdote será de él” Números 5.5–10 LBLA
Estas normas fueron esenciales para establecer las reposiciones y compensaciones por el daño causado, y lograr así la tranquilidad de una sociedad joven que demandaba rectitud y justicia.
Sin embargo, los seres humanos debemos ser muy sinceros en nuestro reclamo de justicia. ¿Busco mi propia satisfacción o la de Dios al demandar justicia? En las relaciones personales e íntimas, la búsqueda de justicia por motivos egoístas puede causar un daño irreparable.
Si en verdad somos honestos, será fácil admitir que no hemos logrado vivir cumpliendo los estándares de Dios. En algún momento de mi vida hice o dije cosas que hirieron a los seres que debo amar. Podemos fácilmente comprobarlo, si nos atrevemos a ir y preguntarle a nuestros padres, nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestros compañeros ¿Alguna vez he hecho o dicho algo inapropiado que te lastimo? También, es necesario hacerle esta pregunta a nuestra esposa o esposo.
Cuando hacemos esta pregunta, inevitablemente nos remitiremos al pasado. No podemos borrar el pasado, solo podemos confesarlo. Podemos pedir perdón y actuar de otra manera en el presente y futuro. Habiendo hecho esto podemos procurar la restitución. “¿Puedo hacer algo que compense el dolor que te he causado?” esta sería una pregunta amorosa.
Cuando nos han ofendido y el ofensor se ha arrepentido, ha confesado su error y nos pide perdón, tenemos la opción de perdonar o exigir una compensación por el daño causado. Si optamos por lo que a nosotros nos parece justo o buscamos venganza, nos estamos convirtiendo en jueces, y el ofensor arrepentido en delincuente. Sin embargo, si optamos por el perdón, logramos la reconciliación, lo mismo que Dios ha logrado mediante su Hijo.
Todos podemos pasar el resto de la vida exigiendo que nos quiten la carga que otros nos pusieron. Todos podemos exigir que el pasado sea cambiado, que los sucesos y los recuerdos sean otros. Todos podemos hacerlo, pero de nada servirá.
La justicia de Dios verdaderamente es buena, pero que tan buena es la justicia que exigimos los humanos. Es muy probable que las personas sean injustas tratando de hacer justicia. ¿Por qué? Porque el ser humano es muy subjetivo, es decir, que siempre evalúa desde una perspectiva y valoración personal.
Habrá quienes dicen que perdonar es de tontos. Tonto es el que sabe cómo mejorar su calidad de vida y decide no hacerlo con el objetivo de arruinar la vida de otro. Tonto es el que sabiendo que no llegara a ningún lado toma un camino, porque todos le dicen que lo haga. Muchos son tontos, pero nunca seremos tontos por perdonar. Nunca seremos menos por hacerlo, perdonar es una opción de libertad y es nuestra decisión hacerlo. Perdonar es la decisión de Dios y podemos imitarla.
Cuando Dios perdona, logra restaurar la relación entre el ser humano y Él. Y esta relación está diseñada para perdurar por la eternidad. El perdón no solo nos libera, sino que también construye nuestras relaciones a un nivel más fuerte y permanente.
A través de Dios es posible que nosotros podamos pedir perdón y otorgar perdón.
“12 Por eso dice el Señor: «Vuélvanse a mí ahora, mientras haya tiempo; entréguenme su corazón. Acérquense con ayuno, llanto y luto. 13 No se desgarren la ropa en su dolor sino desgarren sus corazones». Regresen al Señor su Dios, porque él es misericordioso y compasivo, lento para enojarse y lleno de amor inagotable. Está deseoso de desistir y no de castigar. 14 ¿Quién sabe? Quizá les suspenda el castigo y les envíe una bendición en vez de esta maldición. Quizá puedan ofrendar grano y vino al Señor su Dios, como lo hacían antes.” Joel 2.12–14 NTV