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Enero 18, 2018

NUESTRO ENOJO NO DEBERÍA SER HACIA NUESTROS SERES AMADOS

Dios es santo y también es amor. Su amor busca solo el bien de sus criaturas. Nuestro creador siempre busca formas de demostrar que nos ama. Nos ha dado un hermoso hogar, la Tierra, y día a día nos proporciona todo lo que necesitamos para mantenernos vivos. También cuida de algo mucho más importante: nuestras necesidades espirituales. Por ejemplo, nos regaló su Palabra, la Biblia. Y nos invita a orarle, a dirigirnos a Él con la confianza de que nos escuchará y de que nos ayudará con su Espíritu Santo. Pero su mayor muestra de amor ha sido enviar a su Hijo Unigénito a rescatarnos del pecado y la muerte.

Por otro lado, su santidad se levanta siempre en contra del pecado. La Biblia dice que Dios es santo, santo, santo. No dice que Dios es simplemente santo, ni siquiera santo, santo. Él es santo, santo, santo. La Biblia nunca dice que Dios es amor, amor, amor o misericordia, misericordia, misericordia o ira, ira, ira o justicia, justicia, justicia. Dice que Él es santo, santo, santo y que toda la tierra está llena de Su gloria. Dios desea que los seres humanos hagan lo correcto y disfruten los beneficios.


En el Antiguo Testamento, Dios le dijo a Israel: “Mira, yo he puesto hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal; pues te ordeno hoy amar al Señor tu Dios, andar en sus caminos y guardar sus mandamientos, sus estatutos y sus juicios, para que vivas y te multipliques, a fin de que el Señor tu Dios te bendiga en la tierra que vas a entrar para poseerla.” Deuteronomio 30.15–16 LBLA.

Dios, por su amor, nos da la oportunidad de vivir y de recibir el bien. Por su santidad, quiere que evitemos el mal y la muerte. Dios conoce los efectos dañinos del pecado de la humanidad. El pecado incita la ira de Dios. El interés de Dios por la justicia y la rectitud, que son resultados de la santidad y el amor, estimulan esa ira que se manifiesta ante todo pecado. Es por eso que, cuando Dios ve la maldad, experimenta ira. Esta es Su forma de responder a la injusticia y la maldad.


La respuesta de Dios hacia el pecado, debería de ser nuestra respuesta también. Nuestra ira no debería ser hacia nuestros seres amados. Sino que, debería ser hacia la injusticia y la maldad que hace enojar a Dios. Debemos pedirle a Dios que nos ayude a enojarnos solo por las cosas que lo enojan a Él. Llenarnos de ira hacia los amados de Dios puede traernos serios problemas. “Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio! Si llamas a alguien idiota, corres peligro de que te lleven ante el tribunal; y si maldices a alguien, corres peligro de caer en los fuegos del infierno” Mateo 5.22 NTV.

La Biblia no nos ofrece opciones para darle rienda suelta a nuestro enojo. “Los necios dan rienda suelta a su enojo, pero los sabios calladamente lo controlan.” Proverbios 29.11 NTV. “Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios.” Santiago 1.19–20 LBLA. “Deja la ira y abandona el furor; no te irrites, sólo harías lo malo. Porque los malhechores serán exterminados, mas los que esperan en el Señor poseerán la tierra.” Salmo 37.8–9 LBLA.


Expresar nuestro enojo, hacia la dirección equivocada, únicamente lo incrementa, materializa un espíritu hostil y desarrolla un hábito dañino. Es verdad que Jesús se enojó, pero ¿Qué hace que el enojo de Jesús sea diferente en comparación al tuyo o al mío? La respuesta está en el blanco de su ira. El “enojo correcto” jamás buscará lastimar lo que Dios ama, sino que, buscará servir a los intereses de Dios.

Nuestro enojo no debería ser hacia nuestros seres amados: News
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